Se levantó. Aunque no
sabía cómo sentirse, no paraba de decirse a sí mismo: hoy es el gran día. Se
vistió para la ocasión: un elegante traje planchado y preparado la noche
anterior. Desayunó solo. Necesitaba coger fuerzas para aquel “gran salto” en su
vida. Salió de su casa, sin llaves, aunque no las había olvidado. Pidió un
taxi, al que añadió una generosa propina. Bajó del vehículo y mirando el
edificio recién inaugurado, entró.
A sus 19 años había
aprendido a no llegar tarde a los sitios, además, no quería hacer esperar a la
mujer que lo tenía que recibir. Subió a su planta indicada; le alegró ver que
tenía unas vistas increíbles de Barcelona. Soplaba un poco de viento, pero no
le molestó.
Estaba muy nervioso. Había
estado preparándose para ello, así que no se lo pensó.
Un salto y 23 plantas fueron suficientes para arrepentirse de lo hecho, pero ya no había vuelta atrás; aunque tuviera 19 años y hubiese aprendido a llegar siempre a la hora, ya era tarde, Ella lo estaba esperando abajo.
Pseudònim: Tres