Su alma había sido purificada ante mis ojos, y brillaba con total intensidad.
Era de color azul cuando nos mirábamos, roja cuando nos besábamos… Era rosa cuando sonreía, y verde cuando dormía.
Mi alma también había sido purificada a sus ojos, era la única manera de que se uniese a la suya.
Y entonces, nuestras almas eran solo un reflejo de la otra.
Amor, lujuria, afecto, creatividad, nuestras auras iluminando como una, y de repente, sin pedirlo, éramos blanco.
Ya no había diferencia, él era yo, y yo era él.
Era propio de almas gemelas.
Pseudònim: Afrodita