Cómo se aferraba al madero. Era su punto de apoyo, pero era su carga. Sabía que la única opción de descanso era llevarlo hasta el destino de su trayecto. Cargaba con un bulto que había ido engordando a lo largo de la historia, pasada y futura. Y Él no tenía la culpa.Sólo quedaban cincuenta metros y avanzaba poco a poco como cordero al matadero. Y cuánto sufría, además de ver que, aquellos que antes le aclamaban, ahora eran sus jueces y verdugos. Y pobre cuánto lloraba; no eran lágrimas, sino sangre que brotaba de heridas injustas y se derramaba por sus mejillas.
Un buen hombre, a pesar de ser forzado, le ayudó a cargar esa cruz y entrecruzó una mirada cariñosa con la víctima de esta injusticia. Qué importante esa sonrisa al desanimado. Qué importante.
NICODEMO