Las calles de Barcelona se convierten en un laberinto árido durante el mes de agosto, atestada de turistas y sumida bajo el ensordecedor sonido de los coches. Los habitantes, entre ellos yo, acostumbrados a esa atmósfera caótica nos disponíamos a hacer vida ordinaria. Nada parecía inusual, todo se repetía como de costumbre, todo… hasta que la vi a ella. De pronto, todo se sumió en un completo silencio, como si del espacio se tratase, y es irónico porque en aquel preciso instante no me sentía sujeto ni al espacio ni al tiempo, solo a ella. No sentía mariposas en la barriga, ni tampoco un nudo en la garganta, simplemente era incapaz de apartar la mirada de aquella chica, era como si nuestras almas estuviesen conectadas y nuestros ojos fuesen el único lenguaje inteligible.
Tal vez Barcelona aquel día seguía siendo un completo caos, pero dentro de ese desorden, de esas imperfecciones, yo había encontrado la perfección.
LAYARKONG