El tiempo pasaba, y la desesperación aumentaba a medida que la esperanza, poco a poco, se desvanecía. No había modo de salir de ahí. Una emocionante exploración se había convertido en la búsqueda exhaustiva de la salida de aquel laberinto subterráneo, en el que notaba que a mi hermano le empezaba a faltar la respiración. Mi linterna también empezaba a parpadear. No va a durar mucho más. Había que salir de ahí cuanto antes. Pero de repente, oigo una voz proveniente del fondo de la cueva que dice: ”Niños despertad, o llegaréis tarde a clase”. Mi madre me obligó a levantarme de la cama.
Cerámicas Domínguez