Las once y veintinueve. Puntual, como siempre. Me gusta que los demás también lo sean.
El atuendo, perfecto: ni muy llamativo ni demasiado deportivo. Ahora lo llaman “casual”, como si faltaran palabras. Zapatos adecuados, medias color carne —las piernas están para lucirse— y falda y escote ideales: suficientes para avivar pensamientos traviesos.
Peinado impecable. Maquillaje en su punto. Guantes y abrigo a juego. Elegancia, ante todo. Ropa interior revisada: faja firme y sujetador eficiente. El fijador hace milagros, pero hoy puse demasiado.
Once y treinta. Aún no llega. Cerveza, bocata salchichero y orujo.
Aparece. Bastón, arrugas. Sonríe; le faltan dientes. Intento hablar. Mi dentadura se suelta. Cae. Él la recoge y se parte.
Sí, hoy puede ser un gran día.
MUT