Subí al tren con mi madre. Me puse a hablar con ella sobre cosas que me habían pasado en la escuela, hasta que un hombre pasó por delante nuestro. Noté a mi madre muy tensa, ese hombre me sonaba muy familiar, pero no le di importancia. Más tarde, al fondo de mi vagón, escuché unos gritos aterradores. Me di cuenta de que habían matado a un hombre, un momento después ese hombre tan extraño se dirigió a mí y me dijo: “Perdóname, hijo”. Acto seguido saltó del tren y no le volví a ver nunca más.
Juan Casado