Esa noche mí ventana estaba abierta porque no me acordé de bajar la persiana, pero pensé “no pasa nada” y me dormí. Al día siguiente la brillante luz del sol me despertó y pensé por qué no la cerré y como la luz me daba en la cara decidí dormir boca abajo. Por la tarde, después del colegio, me propuse acordarme de bajarla, pero por la noche al ir a la cama me di cuenta que no estaba bajada así que decidí levantarme y bajarla, pero no bajaba y le pregunté a mí padre por qué no funcioncionaba y me dijo que se habían ido los plomos y me quedé alucinado.
A.Mandarina.10