Te vi por primera vez, mi corazón latía rápidamente y mi mirada brillaba al mirarte. Nunca me atreví a hablarte, hasta que por primera vez te acercaste a mí, tú misma sabes cómo me sonrojé y cómo tartamudeé de vergüenza. Pasaron los años y seguiste estando a mi lado, siempre con una sonrisa para mí. Pero cuando tus ojos oscurecieron, no supe qué hacer. Te veía triste, ya no eras la misma, ya no sonrías. Cuando comenzaste a faltar me escondí y no te ayudé, porque no sabía cómo hacerlo, y por eso hoy te pido perdón y mirando al cielo te digo: “Gracias por todo y lo siento por tener miedo y no ayudarte cuando lo necesitabas” Capitana Rogers |