SE MURIÓ DE VIEJO
Se tumbó una tarde a la vera mía, la cabeza apoyada, los ojos fijos en mí, se estaba muriendo, aquel noble perro, tantos años a mi lado a su manera se estaba despidiendo, mis lágrimas pugnaban por salir, acariciaba su cabeza, parece que al mirarme me dijera, nunca me olvides, poco a poco sus ojos se fueron cerrando y quedó dormido para nunca despertar.
Me quedé un rato mirándole fijamente, allí estaba mi fiel amigo, dormido para siempre, lo enterré en cementerio de animales con una lápida de porcelana y unas letras impresas que decían, nunca te olvidaré. Cuanto y cuanto se puede querer a un perro que cuando se va una parte de ti se va con él.
EL POETA Y SU PERRITA