Después de tanto tiempo, Roma, mi vecina, por fin la ví. Esperaba con ansía verla. Seguía tan enamorado de ella, miraba su ventana cada día con la esperanza de ver su bonito rostro, pero no aparecía. Pasaron las semanas y cada vez perdía la fe en verla, pero llegó ese día, por fin la vi desde mi ventana. Allí yacía asomada en la suya mirándome fijamente, me quedé ensimismado cuando el sonido del timbre me despertó de mis pensamientos.
Era la madre de Roma, lo que me dijo me dejó helado. Roma, mi querida Roma, había fallecido hacía tres semanas.
¿Había sido mi imaginación o realmente me estaba volviendo loco?
DARGITINA