Me desperté fuertemente aturdido en la vasta planicie de una pradera toda incinerada por las incesantes bombardeos del enemigo. Permanecía inmovilizado por los rotundos estallidos que iban azarosamente cayendo en tierra firme. El pánico me impedía respirar con normalidad, tenía el pulso disparado. Bajé la mirada y solo podía ver mis pálidas manos temblequeando, sosteniendo el arma de fuego que albergaba entre las piernas. Giré la cabeza de lado a lado con inseguridad y desconcierto, únicamente podía escuchar las balas silbando a mi alrededor y los desgarradores gritos de hombres llorando como niños. Lo que más me pesaba era el macabro paso del tiempo, ese remordimiento de haber abandonado una familia me carcomía por dentro, un sentimiento de impotencia, de no poder hacer nada, de sentirme inútil
PECHI