“ Hay que aprovechar bien el tiempo”. Me lo suelen decir continuamente. De las muchas cosas que podemos hacer y cambiar a lo largo del día, el tiempo no es una de ellas. Aunque, en un futuro, los viajes en el tiempo sean posibles, todavía es un factor indistorsionable, incontrolable, que se nos escapa de las manos y nos frustra irremediablemente.
El otro día nos dieron fiesta en el colegio y además me anularon el entreno. El lunes siguiente estaba repleto de exámenes y tareas, así que decidí aprovechar el tiempo para estudiar y acabarlo todo (como mis compañeros).
Sin embargo, sorprendentemente, cuando llegó dicho día y la profesora de matemáticas pidió los ejercicios, nadie los había hecho. A pesar de tener veinticuatro horas más ( o lo que es igual, mil cuatrocientos cuarenta minutos u ochenta y seis mil cuatrocientos segundos extra) de lo que normalmente tenemos, nos pasamos el fin de de semana entero en el sofá, viendo películas y haciendo el vago. Cuando levantamos la mirada, el día ya había transcurrido. Es curioso como, cuanto menos tiempo tenemos, más lo aprovechamos. Por algún extraño motivo, lo valoramos más.
El otro día, me encontraba en el hospital junto a mi abuelo, que se encontraba enfermo. Con todas sus fuerzas, se inclinó ligeramente hacia mí y me dijo: “ El tiempo es la cosa más valiosa que uno puede gastar. Disfruta de la vida, que son dos dí…” Se quedó corto de tiempo, el pobre.
Pseudònim: EP-AP