Con ella podía ser el mismo. Era esbelta, tenía las piernas largas y un cuello estilizado. Siempre vestía de negro, elegante y misteriosa. Ella lo acompañaba donde él fuera. Una tarde, ya cuando el sol empezaba a desvanecerse en el horizonte, ella se fue. No dijo nada, simplemente desapareció. El hombre anduvo y anduvo en busca de su amada, pero no lograba encontrarla. Con los primeros rayos de luz, ella volvió de nuevo, junto a él. Feliz, estiró los brazos con el fin de poder abrazar a su amante. Pero no lo logró, ella era escurridiza y rápidamente se apartaba. Entonces pensó que nunca la había rozado, ni besado. Ella le seguía de día, de noche desaparecía con el sol. Y entonces se dio cuenta de que su enamorada no era más que su propia sombra.
Pseudònim: Isla